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Enviado por Claude Beaunis el Vie, 26/10/2012 - 09:28

Palabras incompletas.

Hemos vivido intensamente el RIDEF de León.

Nuestra conciencia de educadoras y educadores ha sido cimbrada por las reflexiones vertidas a lo largo de los días a través de diversos lenguajes: las palabras, las imágenes, los objetos, los movimientos, los datos, las realidades continentales, las historias culturales, los usos y costumbres diversos, las confidencias entre pasillos y rincones, las conversaciones colectivas de lenguas, las miradas que se cruzan, los gestos que se escapan, las sonrisas de encuentros, las danzas, los múltiples idiomas, las lágrimas, las emociones que palpitan, los aplausos, las críticas y las felicitaciones.

En estos días de julio de 2012 las palabras niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres se han visto atravesadas por filtros diversos para comprender cómo se revisten a través del planeta de condiciones diversas: inequidad, discriminación, inseguridad, angustia, ausencia, negación, injusticia, desprecio, ansiedad, olvido, riesgo, lucha, necesidad, inequidad, control, desvalorización, sometimiento, silencio, contención y velación.

Nos hemos enfrentado a una inexplicable inequidad de esa un poco más de la mitad de la humanidad en nuestros países que acusa una realidad que nos impacta, a pesar de los 21 siglos que han transcurrido de esta, nuestra época. Algunos extremos como la violencia y los asesinatos, la prostitución infantil y juvenil, la ablación del clítoris, los acosos y violaciones, los matrimonios forzados y precoces. Otros, más sutiles pero igualmente dolorosos como la doble jornada, los salarios desiguales, la responsabilidad casi exclusiva del trabajo doméstico y cuidado de los hijos, hijas, ancianos y ancianas, la ausencia en el lenguaje, le predeterminación de ocupaciones y profesiones, la ausencia en los espacios de dirigencia, el silencio permanente, la marcha detrás del varón, las canciones, juegos y colores predeterminados por género, la descalificación y el uso de la violencia verbal, la obligación de cubrirse y vestirse de formas determinadas.

Hemos recorrido nuestras aulas y nuestras culturas para tomar conciencia que existen muchos filtros que aumentan el lente de discriminación de género para nuestra mujeres y niñas: la raza, la etnia, la clase social, el lugar donde viven, la orientación sexual, la pobreza, la discapacidad y la condición de migrante entre muchas otras.

Hemos observado como el lenguaje, los manuales y libros escolares, el curriculum, las opciones de formación, la religión, la ausencia de educación sexual y reproductiva, la erotización de los medios, la ausencia de políticas públicas de salud y ética sexual han conducido a la existencia de “mujeres objeto”, “muñecas rotas”, “compañeras silenciosas”, “culpables únicas de embarazos no deseados”.

Hemos tomado nota de cómo ese un poco más del 50% de la población de los cuatro continentes donde se ejerce nuestra pedagogía cooperativa, es una importante fuerza de trabajo que aporta ingresos reales a la economía de las familias, más contundente entre mayor pobreza familiar exista, aunque muchas veces disminuido y violentado por una diferencia de pago en cuanto al salario masculino y mucho más discriminado en el medio rural, en los contextos indígenas, escenarios de razas y etnias diversas y en los espacios de migración.

Hemos escrito en nuestro diario de vida que sea un poco más de la mayoría de nuestra población aporta un importante trabajo cotidiano no reconocido, ni retribuido a las familias y a los hogares de nuestros pueblos.

Hemos visto a través de las conferencias, mesas redondas, presentaciones, exposiciones, escritos, retratos de vida, talleres largos y cortos como la falta de opciones para estudiar y formarse, incide de manera lacerante en el desempleo de las mujeres, siendo una realidad más profunda entre las más jóvenes y no alfabetizadas.

Al recorrer nuestros continentes, descubrimos por ejemplo que en América Latina hay cerca de 110 millones de mujeres de las cuales, el 40%, es decir, cerca de 55 millones tiene primaria incompleta. Si agregamos a las mujeres analfabetas, tenemos a cerca de 75 millones de mujeres con una demanda silenciosa de educación básica de personas adultas.

Hemos reflexionado acerca del tardío voto otorgado a la mujer, cuando aparecen los primeros vestigios para las mujeres americanas en Nueva Jersey en 1776 pero abolido por lo provocativo en 1807 y recuperado casi 60 años después en 1869 en Wyoming con un sufragio igual, pero no universal a personas de piel oscura. Lo hemos visto brillar en los principios del siglo XX, en el plebiscito del Cerro Chato en Uruguay en 1927 y en la 2ª República Española en 1931, pero tardíamente en países como México hasta al inicio de la 2ª mitad del siglo XX, en 1953.

Hemos cuestionado la falta de proporcionalidad en la presencia de mujeres en el ejercicio del Poder Ejecutivo de nuestros gobiernos que va desde el 10.5% en Uruguay, el 15% en México, el 27.3% en Argentina, el 27.5% en Brasil, hasta el 42.8% en España. Sin embargo, ningún país recupera la presencia de las mujeres en su un poco más del 50%, al ejercer sus derechos políticos.

Hemos recuperado a través de las prácticas de nuestros talleres y reflexiones colectivas cómo la feminización del magisterio es una realidad de la educación inicial y la educación básica, donde la carrera docente es parte de las denominadas “carreras femeninas”, donde se desempeñan labores de cuidado que prolongan los roles maternales, constituyendo en sí misma una manifestación de la desigualdad de género. De esta forma, el género es un criterio clasificador, ya que al crecer el nivel de especialización decrece la participación de las mujeres y los puestos docentes de menor prestigio y salario son ocupados por las mujeres.

Pero también hemos recuperado en nuestras libretas de apuntes como las mujeres en nuestros países son mejores estudiantes, obtienen mejores notas, logran mayor presencia en los espacios de formación en la educación media y superior. Las hemos visto dirigir las asambleas escolares, los consejos de clase, las marchas estudiantiles, defender los derechos humanos, brillar en el arte, la literatura y la ciencia. Hemos visto como están al frente de empresas, gobiernos locales, regionales y estatales, sociedades científicas, Ministerios de Educación, Salud y Cultura, Defensoría de Derechos Humanos, ONGs y desde luego, Federaciones Internacionales.

Una visión profunda de lo dicho, vivido, manifestado, recorrido, proclamado en este XXIX Reencuentro de educadoras y educadores Freinet nos lleva a proclamar algunas reflexiones finales.

• Urge visibilizar a las mujeres en un mundo de preponderancia masculino.
• Necesitamos realizar un fuerte trabajo para lograr la equidad en el acceso de niñas y mujeres a la escuela.
• La igualdad de género tiene expresión no sólo en la igualdad numérica en las bancas escolares sino en la disponibilidad, acceso, permanencia y respeto de los derechos de niñas y mujeres.
• Se requiere revisar el lenguaje y manejo de contenidos para eliminar transmisiones sexistas.
• Los contenidos curriculares, materiales didácticos, lenguaje, ejemplos, expectativas de carrera, colores de uniformes, canciones, juegos, juguetes y rituales deben ser analizados para lograr la equidad de género.
• Urge transformar la expectativa de padres, madres, maestros y maestras en cuanto a las niñas y los niños. El futuro de las mujeres no es sólo ser esposas y madres.
• La escuela debe romper el estereotipo de dominio de lo masculino sobre lo femenino, del trabajo doméstico como espacio femenino, de la expresión afectiva como rasgo exclusivo de las mujeres y las niñas y jóvenes.
• Urge eliminar la violencia contra las mujeres.
• Se requieren políticas públicas de equidad de acceso al trabajo, a la política, a la ciencia.
• La perspectiva de género y la inclusión de marcos igualitarios en el sistema educativo es para beneficio de todos y todas, para el ejercicio pleno de los derechos humanos.

Pero además, observando el crecimiento de la FIMEM, nos preguntamos cómo seguir avanzando para evitar las políticas de control y dependencia de unos movimientos sobre otros, el deseo de control y dominio de quienes se sienten poseedores de una verdad absoluta y una exclusiva razón pedagógica, de quienes se asustan ante la emergencia de nuevos caminos y formas de reinterpretar la cooperación en un fortalecimiento notable de movimientos nacionales o continentales.

Si no recuperamos todo esto en nuestras práctica cotidianas y en las acciones de nuestros movimientos y de la FIMEM, todo lo expresado y vivido no serán sino… palabras incompletas.

Por ello hoy decimos, en una marcha tumultuaria como las que vimos en las noches interculturales, o en el lunes sin sol…

¡Viva la FIMEM! ¡Vivan sus niñas, jóvenes y mujeres! ¡Vivan sus hombres!
¡Vivan sus movimientos nacionales! ¡Viva la autonomía! ¡Viva la democracia! ¡Viva la libertad de expresión! ¡Vivan las revoluciones de conciencia! ¡Vivan los derechos de niñas y niños! ¡Vivan los derechos de las niñas, las jóvenes y las mujeres! ¡Vivan los derechos humanos!

¡Larga vida al MCEP que alumbró, dio luz y cobijó esta profunda reflexión teórica, de prácticas escolares y culturas en este RIDEF!

¡Sigamos adelante en esta utopía! que, como la recupera Galeano, “sirve para caminar”

Teresita Garduño Rubio.
León, España, 2 de agosto de 2012.