Switch Language
Enviado por Claude Beaunis el Lun, 10/01/2011 - 09:30

Las contradicciones del siglo XXI


Algunos analistas señalan que el nuevo siglo trajo como sello de edición un fenómeno que tamiza todas las circunstancias de vida de la gente. Este fenómeno es la velocidad. Velocidad en los avances científicos y tecnológicos que nos permiten comprender las grandes amenazas que se ciernen sobre el  planeta, velocidad en las comunicaciones que permiten intercambios mucho más acelerados que nunca antes y diversidad en los lenguajes gráficos utilizados que promueven una comprensión más temprana del mensaje que se quiere enviar. Esta velocidad también ha impactado el desarrollo de las nuevas generaciones que muy tempranamente están en contacto con nuevas tecnologías y aprenden mucho más rápido su uso que los que nacimos en el siglo pasado. Los medios de comunicación permiten hoy comprender hechos y fenómenos que a nuestra generación le llevó varias décadas.

Esa velocidad ha también alargado la vida de la gente llevando a varios países a contar con población con mayor experiencia pero menos capaz de desempeñar tareas básicas fundamentales que requieren fuerza y agilidad y propician mejores condiciones de vida. Por ello, esos países han dado entrada a procesos migratorios masivos.

Junto a ese despliegue de avances subsisten otros sellos del siglo, que son la contradicción, el desequilibrio y la inequidad.

Mientras la cultura digital avanza y se expande, crece la brecha entre los que la adquieren y usan tempranamente las nuevas y cada vez más modernas tecnologías, existen muchos grupos de población que aún no tienen cercano un teléfono para poder llamar a un doctor.

Sabemos más del cambio climático, de la inversión térmica, pero el planeta se desertifica  y las tormentas dejan a miles sin casa como sucedió en Pakistán o con el huracán Karl en Veracruz, México. Las especies animales y vegetales siguen desapareciendo y todavía hay muchos países donde los lactantes y los niños pequeños mueren por diarreas, disentería y pulmonía. Este deterioro de la vida en el planeta acelera conflictos por la subsistencia y enfrentamientos por bienes que antes estaban al alcance de todos y se van convirtiendo en privilegios, como el agua potable.

Mientras los lenguajes digitales toman como bandera la diversidad y la flexibilidad, muchos gobiernos imponen actitudes autoritarias y despliegan una persecución  inhumana contra la población que les parece diferente y amenazadora. Léase el caso de los gitanos y extranjeros en Francia o la población guatemalteca que cruza la frontera mexicana para avanzar hacia el sueño norteamericano; igualmente retómese a los “sin tierra” perseguidos y asesinados en Brasil, a los maestros asesinados por la policía en Haití, a la población cercada en San Juan Copala, a los palestinos echados y acribillados en su propio territorio, a los mapuches en Chile que luchan por su autonomía, o a los migrantes mexicanos en Texas.

Se siguen viendo las acumulaciones de riquezas en manos de unos cuantos frente al enquistamiento de la pobreza, al incremento del gasto militar y a los mecanismos de control frente a una sociedad que cada vez garantiza menos las seguridad de sus niños y niñas que no pueden salir al parque, a comprar el pan o al mercado porque las ciudades se han convertido en espacios con alta violencia.

Cómo explicamos que en esta sociedad altamente digitalizada e informatizada, subsistan cerca de 900 millones de personas analfabetas, que millones de niños y niñas no puedan acceder a la escuela, que otros millones de niños y jóvenes que inician su escolarización deserten de la escuela o no aprendan en las aulas, porque los sistemas escolares, los programas y los libros de texto no saben dialogar con las necesidades de las actuales generaciones.  Cómo explicamos que en la Sociedad de la Información, los sistemas escolares no están sintonizados con las necesidades de las actuales generaciones  y las autoridades siguen sin reconocer la importancia de la educación y la urgencia de transformar sus sistemas escolares.  La privatización paulatina que tiene la escuela pública en muchos de nuestros países, muestra como el Estado va renunciando paulatinamente a su obligación de educar a las nuevas generaciones y disminuye paulatinamente el % del Producto Interno Bruto  destinado a la educación.

En muchos países, al comparar la vida de las familias campesinas y de las urbanas, la inequidad va mostrando sus extremos. La mayoría de los campesinos sin tierra, migran a las ciudades y ensanchan los cinturones de miseria. En esos espacios el trabajo digno es escaso para los adultos pero abunda la explotación y el trabajo infantil que produce pequeñas aportaciones a las familias obtenidas de la destrucción de la infancia y del sometimiento a las peores humillaciones.

La hegemonía de las grandes potencias, en América y en Europa busca imponer modelos no sólo para el control de la economía, sino para homogeneizar la cultura, la producción y  el consumo en un mundo que privilegia como valores al individualismo, al consumismo  y a la competencia. Los modelos comunitarios y cooperativos son socavados y desdeñados como formas de vida del pasado que deben ser superadas en la época moderna.

La construcción de respuestas.

Ante estas realidades  es evidente que los gobiernos deben diseñar nuevas soluciones.  También podemos preguntarnos si la escuela tiene alguna función en esa construcción de sentido social.

Durante la RIDEF de Nantes se mostraron, a través de acciones concretas y  profundas reflexiones, ciertos senderos que pueden significar nuevas vías para enfrentar las contradicciones a las que hemos llegado como sociedad.

Fuimos testigos en Nantes de una sociedad cooperativa que desplegó sus esfuerzos para propiciar aprendizajes tanto en los actos cotidianos como en los procesos de aprendizaje de los talleres. Vale la pena pensar que esta sociedad que surgió el 20 de julio y se disolvió el 29 del mismo mes, estuvo constituida  por un grupo de voluntarios, conscientes y comprometidos docentes que entraron a una circunstancia especial llamada RIDEF, que no es obligatoria, que no les otorga ningún puntaje para mejorar  sus salarios, que no les da grados académicos, que no privilegia el individualismo, el consumismo o el beneficio económico.  Esa sociedad de “ridefianos” vive en un espacio comunitario y prueba que puede aprender y compartir  nuevas formas de relación que posiblemente no sean las que se dan en sus países, en sus escuelas o inclusive en sus aulas.

Si eso es posible en cada RIDEF, ¿cómo hacerlo posible en nuestras vidas cotidianas?

Esa sociedad cooperativa estaba formada por un gran grupo de jóvenes que decidieron aliarse a esta manera de vivir y aprender y encontraron respuestas que muchas veces les son negadas en el mundo globalizado y hegemónico en el que viven todos los días. Para muchos, significó el ejemplo de que eso es posible y qué podrían luchar por reproducir el fenómeno fuera de esos días.

Escuchamos profundas denuncias acerca de la destrucción de la escuela pública, del control del Estado para deslegitimar la función educadora de sus docentes y el sometimiento a las pruebas nacionales e internacionales por encima de los procesos de conocimiento y seguimiento profundo que cada docente realiza de las niñas, niños y jóvenes que tiene a su cargo. Es posible pensar contracorriente, estuvimos con  colegas que lo externaron en los diversos momentos, mesas y talleres lo mostraron.

Sabemos que muchos de ellos están presentes en los Foros Mundiales, en los Pronunciamientos Latinoamericanos, en los Encuentros democráticos, en las manifestaciones por los Derechos.

La lucha por la formación crítica, el respeto a los derechos humanos, la protección a los derechos de niños, niñas y jóvenes nutrió nuestra visión y nuestro compromiso para retornar a nuestras realidades y exigirnos un ejercicio permanente de coherencia ante las violaciones que observamos día a día, de diversas formas, algunas sutiles y otras abiertas.

Las reflexiones sobre los derechos de la infancia, la vigilancia ante la xenofobia, la necesidad de abrir la FIMEM a las reflexiones críticas del siglo XXI como las de la Carta de la Tierra, las declaraciones mundiales de Educación para todos , las del Nuevo  Pronunciamiento Latinoamericano,  la creación de un espacio filosófico que pueda dialogar con otros actores que también viven en su vida cotidiana una sociedad alternativa como lo es nuestra sociedad “ridefiana”, nos debe llevar a seguir pensando en cómo nuestra Carta se va transformando en un crisol de diálogos nuevos porque el mundo ha avanzado mucho, pero también ha dejado a muchos atrás.

No podemos conservar tranquilamente nuestra comodidad mientras en nuestros países, en nuestras ciudades, desgraciadamente muchas veces en nuestras escuelas y en nuestras aulas, se viola el derecho fundamental que tienen todos los niños, niñas y jóvenes a una educación que los respete como personas, que valore su cultura, que reconozca sus condiciones diversas, de salud, de hándicap, de formas de aprender, de condición social y económica, de gustos, de capacidades, de situación familiar.

Es necesario que cada RIDEF salgamos más convencidos y convencidas de la necesidad de replantearnos nuestras tareas, de consolidar nuestras prácticas cooperativas, de revisar nuestras actitudes personales, de profundizar nuestros argumentos para seguir haciendo de la escuela el mejor lugar para el desarrollo de la inteligencia, de la creatividad, de la diferencia, de la interculturalidad.

Que no sólo discutamos, sino vivamos en la convicción y en la defensa de  que la educación:

·         es un derecho fundamental, irrenunciable y que es nuestra responsabilidad atenderla.

·         implica experimentación y participación activa en la vida social y un ejercicio constante de democracia.

·         debe articularse con la vida social y política de los pueblos para lograr un impacto real en la vida de las personas,

·         implica la integración, la inclusión social, la solidaridad y la cooperación.

  • debe promover el desarrollo de personalidades autónomas y críticas.

·         requiere reestructurar constantemente los propios modelos pedagógicos de acción.

Regresando a nuestra realidad cotidiana, tal vez sea importante preguntarnos, qué nos dejó el RIDEF, qué aprendimos, qué nos impactó, de qué pensamientos y palabras nos apropiamos, cuáles acciones y ejemplos de otros nos hicieron rectificar nuestra ruta, qué llevamos a nuestras aulas, con nuestros colegas, con nuestras familias.

Será entonces cuando podremos decir que la Pedagogía Freinet es una respuesta a los nuevos desafíos del Planeta…

Teresita Garduño Rubio